Volví a Chile justito cuando estaba en pleno desarrollo el tema de las no notificaciones sobre la situación serológica de alrededor de cien personas por parte del personal del Hospital de Iquique y la primera interpelación que me hizo una periodista fue: ¿dónde está la sociedad civil?, y creo que algunas/os aún se están preguntando por la escasa capacidad de reacción de la sociedad civil ante la coyuntura.
Por supuesto que el término “sociedad civil” hay que delimitarlo sino estamos hablando de entelequias solamente. Es tal la amplitud del término que Bobbio al introducirse en la definición, lo primero que dice es “que no se puede determinar su significado y delimitar su extensión más que refiriendo y delimitando al mismo tiempo el término Estado”[1].
Y entiendo que la pregunta de la comunicadora iba por el camino de la sociedad civil que trabaja y se organiza en torno a la problemática del VIH. Por lo tanto, me referiré a esa sociedad civil, cuya definición realizó LACCASO y que las Redes Comunitarias Regionales han hecho suya, y que “son las comunidades afectadas directa o indirectamente por el VIH/SIDA, que se organizan en torno a necesidades y objetivos comunes ante la epidemia, con autonomía del gobierno, de las iglesias, del sector privado, de los partidos políticos, los sindicatos y las agencias de cooperación, en el marco de los derechos humanos, sexuales y reproductivos”.
Y en esta “sociedad civil”, a la que pertenezco, tenemos algunos problemas. Lo primero es reconocer que no hay capacidad de reacción ante la coyuntura; y lo otro es que por años creamos alianzas con el estado que casi nos confundimos.
Una de las deudas que tenemos como organizaciones de trabajo en red es que nuestra capacidad de reacción es nula, es invisible. No tenemos estrategias comunicacionales claras, flexibles ante los cambiantes escenarios, tanto de las agendas políticas como de los sucesos imprevistos. La misma forma de relacionarnos entre las organizaciones requiere un mayor tiempo para la toma de decisiones. Lo más probable es que sea una fortaleza el trabajo en un ámbito más horizontal, pero claramente dificulta la presencia en los medios de comunicación, porque cuando hemos consensuado la postura política, el tema ya salió de la agenda mediática. Esta dificultad previene de un “bombero loco” que por salir en los medios, es capaz de emitir un mensaje, a nombre de todas/os, que no necesariamente nos represente en ese momento. Es decir, se impide el mesianismo de algunas/os.
Pero lo más preocupante es que no estamos haciendo la diferencia con el estado.
Mientras un grupo de consultoras/es validábamos la información del “Diagnóstico Rápido sobre VIH y Recintos Penitenciarios” en San José de Costa Rica, se produjo un diálogo respecto del papel que debe cumplir la sociedad civil en la respuesta nacional ante el VIH y una de las posiciones era que las organizaciones debían profesionalizarse, incluso ofreciendo servicios médicos a la comunidad; mientras que la posición que yo asumía era que la sociedad civil debe monitorear y hacer el seguimiento de las políticas públicas y su implementación.
Quizás deba hacer una aclaración respecto desde donde hablo, desde que PIB me paro para decir lo que digo. Lo hago desde Chile que tiene un ingreso promedio de US $ 13.500 lo cual lo sitúa como un país de ingreso medio-alto y en el lugar 40 del Índice de Desarrollo Humano, sólo superado, en el Cono Sur, por Argentina. Una red asistencial pública que tiene 183 hospitales y 1.803 establecimientos de atención primaria en donde se atiende el 78% de la población y casi un 14% lo hace en el sistema privado de salud. Y en el caso específico del VIH se reconoce Acceso Universal de Atención y Tratamientos a las personas afectadas.
En un país con estas características, creo que las organizaciones de la sociedad civil deben realizar una labor de monitoreo de la implementación de las políticas públicas. Esto porque algunas organizaciones se han comprado el concepto de “estado subsidario” y entienden que la colaboración implica suplir las deficiencias del estado en estos ámbitos a cambio de retribución económica, es decir, se transforman en “proveedores comunitarios” del estado. Así cumplen con aliviar las carencias de la población a la cual el estado no llega sin dejar de pertenecer a la sociedad civil. Pero dejan de lado la labor fundamental de ser los agentes que promueven el cumplimiento de los compromisos que ha asumido el estado.
Esta labor de “colaboradores” los inhibe para la crítica de las formas de implementar las políticas, no sé entiende de otra manera que ante tanto Observatorios y Periscopios, las últimas denuncias de irregularidades no hayan sido lideradas por las organizaciones de la sociedad civil; hemos dejado de ser promotores y defensores de los Derechos de las Personas, para ser mano de obra barata en la suplencia de los servicios. Algunas/os, las/os más nostálgicas/os, dirán que dejamos de ser activistas para transformarnos en ayudistas de las políticas de salud.
Aquí es necesario el apoyo internacional, que en el caso de Chile está en franca retirada, para permitir un monitoreo independiente desde la sociedad civil a las políticas de estado. Quizás así podamos tener Informes desde la Sociedad Civil que permitan abordar las brechas y poner en la agenda los desafíos más urgentes. Quizás así podamos hablar de igual a igual con los tomadores de las decisiones gubernamentales y no temer que no podamos acceder a los fondos públicos por las críticas realizadas.
LEONARDO ARENAS OBANDO
Secretario Ejecutivo América del Sur - COASCE
Director de Proyectos AKI ONG
www.forosida.cl
---------------------------------------------
Referencias:
[1] BOBBIO, Norberto. “Por una teoría general de la política”. Brevarios. Fondo de Cultura Económica. 5ta. Edición. Buenos Aires. 1997 243 Pág.
ESTADO Y POLÍTICAS DE VIH: ¿DÓNDE ESTÁ LA SOCIEDAD CIVIL?
30 noviembre, 2008
Suscribirse a:
Comentarios de la entrada (Atom)
0 comentarios:
Publicar un comentario