A VECES PIENSO QUE TODO EL MUNDO HACE EL AMOR, EXCEPTO YO

Una Pequeña introducción

La forma en que te educan determina el como ves el mundo; determina como interactúas con el medio que te rodea y del que eres parte. A mí me educaron pensando que las mujeres eran santas. O que debían aspirar a serlo. Se me decía que existían dos tipos de mujeres, unas “buenas” y otras “malas”. Las primeras, las “buenas”, eran aquellas que no te engañaban; que eran buenas madres; de las que se podía esperar un buen futuro, como buenas esposas; que estudiaban para llegar a ser alguien en la vida; etcétera. Las “malas” por otra parte, eran lo opuesto a las anteriores. Siempre estaba la posibilidad que te engañaran, y aunque no lo hiciesen nunca, esa era su naturaleza; irremediablemente nunca serían buenas madres, ya sea porque abortarían o dejarían sus hijos “botados” para ir en busca de placeres. Si estudiaban era con el único fin de terminar la época escolar rápido para poder trabajar y vivir la vida en forma “libertina”. En fin, nunca llegarían a ser alguien en la vida. Muy a pesar de que ese “alguien”, por el hecho de existir, de vivir, ya lo habían alcanzado.

Sexualidad y Dictadura

La dictadura, y sus acólitos pseudo religiosos (actualmente muy bien representados por el Opus Dei Joaquín Lavín) expresaban que su norte era el bien del país. Que al haber acabado con el gobierno marxista (gobierno que nunca llegó a ser marxista por definición, y que a lo mucho se acercó a una suerte de profunda revolución burguesa) habían detenido el avance de las fuerzas antipatriotas, inmorales (siempre denotando un carácter sexual en esa premisa) y que solo aspiraban a hacer de Chile un satélite de la Unión Soviética.

La verdad es que no puedo decir con certeza que tan “inmoral” (a ojos del fascismo reaccionario), que profundidad inmoral pudo haber alcanzado el gobierno de Salvador Allende de haber llegado a buen fin. Lo cierto es que hubiese ahorrado muchos traumas a varias generaciones de chilenos que se vieron obligados a aceptar como bueno un sistema de valores de los cuales no dieron su opinión sus padres, ni mucho menos ellos.

Cuantas mujeres en la actualidad podrían vivir con plena satisfacción su sexualidad, o mejor aún, dejarían de reproducir elementos disfuncionales: hombres machistas, mujeres reprimidas, etcétera. Cuantos hombres dejarían a un lado la enfermiza disociación entre mujeres para la cama y para ser madres, o lo que es peor, lograrían quitar del rostro de este país la mierda que le cubre: los altos índices de maltrato femenino e infantil.

El sistema neoliberal penetra más allá de lo económico; penetra en el núcleo de aquello que llamamos familia y lo descompone, no necesariamente lo destruye o lo disgrega, a mi parecer su carácter más uniforme es el hecho que a esa “familia” le quita el papel protector y formador. Lo convierte en un ente suprimidor de las conductas sexuales, que podríamos llamar “normales”, y entiendan que utilizo esa palabra en su contexto básico, refiriéndome a una norma, o más bien, a lo que mayormente se da. Pues no deja de ser cierto que la homosexualidad es una cuestión normal. Un árbol bueno, no da frutos malos. En un ambiente “normal” (o lo que aspiro a llamar normal, con una sexualidad vivida más que explicada) se dan (y se seguirán dando) homosexuales.

Necesidades y Culpas

Este artículo no es una apología a la homosexualidad. Yo no soy homosexual. Soy heterosexual por naturaleza y por decisión. Quisiera que todos tuviesen la oportunidad de decidir tal cosa sin el temor a ser apartados de la sociedad. No solo los que se asuman homosexuales, también que los adolescentes pudieran vivir su sexualidad con plena satisfacción. Que los ancianos, la tercera edad y más allá, tuviesen un plan nacional de reaprendizaje de su sexualidad. Pues el hecho de envejecer nunca será sinónimo de “no desear”.

Nadie pide vivir y ante todo nunca nadie busca sufrir, más bien buscamos la felicidad. Muchas veces nos equivocamos en esa búsqueda y sufrimos. Equivocarse no es malo, es parte de vivir y como nadie pidió vivir a nadie tampoco se le debe criticar equivocarse. Pero eso solo es válido en lo individual. Pues una sociedad que se equivoca, que yerra el camino de la búsqueda del bien social y que termina reprimiendo física y sicológicamente a sus componentes, las personas, los humanos, las mujeres y los hombres, sin importar su edad, es una sociedad que debe desaparecer.

Arrastramos más que una constitución o un sistema económico de la dictadura. Arrastramos un condicionamiento destinado a demonizar la sexualidad plena. A ensuciar la vista del coito como un hecho inapropiado en algunos casos y señal de enfermedad en otros. Soy parte de esa sociedad. Me declaro enfermo. Mi familia también se vio penetrada por la basura ideológica dictatorial.

Hoy tengo sexo. He besado a muchas mujeres en mi vida, y con varias de ellas he tenido sexo. No busco casarme, aunque el tener hijos es algo que anhelo. Pero hay algo que me acompleja, que me quita el alcanzar la satisfacción plena. Hoy tengo sexo, es verdad, pero no hago el amor. Y a veces pienso que todo el mundo hace el amor, excepto yo.